El solitario Salterio del museo.

Por Andrés López



Después de la visita que realizó hace algunos días Escena Telón Cultural al museo de arte colonial, concluimos que de todas las artes, la que menos registro tiene es la música.




Hace algunos días, y como complemento de la exposición sobre las artes plásticas que realizaron mis compañeros de séptimo semestre de comunicación social para la asignatura Taller de Periodismo Cultural, visitamos en grupo, el museo de arte colonial.

El museo está ubicado en el centro histórico de la ciudad, en el tradicional y antiguo barrio La Candelaria, y la misma edificación es un monumento que se conserva incólume ante el paso de los años.

Dentro de sus fríos e inmensos recintos (donde nació en 1622 la Academia Javeriana, que después se convertiría en la actual Universidad Javeriana), reposan muchas obras pictóricas y hay una extensa sala dedicada a la obra del pintor criollo Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, que con una marcada influencia religiosa, tan popular por aquellos días adorna las paredes del museo.

Una de las cosas que más llamó mi atención, además de los cuadros, el mobiliario y la conservación de los mismos, es que el museo no dedica ninguna de sus salas a la música.

Encontramos las salas de cultura religiosa, la anteriormente citada, dedicada a la obra del pintor Vásquez, hay un par dedicadas a los grabados y otras que muestran el arte de la madera de le época colonial, pero no hay ninguna sala dedicada a la música.

El único acercamiento con este arte, está en una de sus vitrinas, se trata de un instrumento de antigüedad bíblica. El Salterio.

Desde el punto de vista técnico, el salterio no es otra cosa que un instrumento de cuerda, que se puede pulsar con los dedos, o tocar con una baqueta a manera percutiva, utilizando el mismo principio de funcionamiento de un piano tradicional.

El instrumento llega a Colombia gracias a una de esas importaciones de muebles, enseres, cristalería, objetos finos y raros que ordenaban las familias con mayor poder adquisitivo de aquella época.

El salterio ambientaba las reuniones sociales que se llevaban a cabo en las salas de las grandes casas de los ricos; su interpretación muchas veces corría a cargo de las mujeres, que dedicaban su tiempo libre a artes manuales, y de esta manera se garantizaba su lejanía con los malos pensamientos.

Tengo que reconocer que el instrumento está en perfecto estado, casi intacto, aun se observa en sus bordes la laca que hace casi cuatro siglos el constructor del mismo esparció con dedicación. La caja de resonancia del instrumento denota la dedicación, el cuidado que ha tenido su transporte y utilización a lo largo de los años.

No creo que alguien lo interprete, no por falta de capacidad, sino porque es una pieza de sumo valor histórico y cultural, que a pesar de verse en tan buen estado, puede ser tan frágil como una cáscara de huevo.

No tengo ni idea como suena un salterio, pero me atrevo a decir que es algo así como un arpa portátil, que conseguía con su sonido, la exaltación del espíritu y la elevación infinita de los sentidos.

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